sábado, 18 de enero de 2014

Trauma de sangre.

Enero de 2014.

Siete.


Trauma de sangre.

 ¿ Qué parecería conducir a un ser humano a ser espectador, espectadora, de la tortura financiada, legitimada y justificada porque legitimada de un toro ?

 Propuesta I: TRAUMA DE SANGRE. Quienes asisten - acaso voluntariamente - a presenciar el ritual del dolor y la sangre, habrían querido, en otro tiempo y lugar, provocar un daño similar al que se observa, acaso una sangre similar, proyectando, además, la emoción de la humillación ajena. Daño, dolor, sangre, humillación ajena, pues, no resueltas. La imagen del toro devorado de sufrimiento parecería, así, suplir la de otro ser humano - digamos - al cual se habría querido ver en una situación similar por mano propia. Desde la emoción, suplir significaría sustituir, y sustituir, compensar.

  No obstante, la recurrencia de la imagen del toro sufriente no compensa lo no realizado, sino que exacerba el fracaso de no haberlo podido realizar, convirtiéndose la imagen del animal despedazándose en constante recuerdo de lo no hecho. Y se sigue acudiendo a los torturaderos para saciarse de uno mismo, convirtiéndose en crónico el problema.

  El trauma de sangre, del dolor que se habría querido infringir a otros, a otras, aparentaría tener trazas de enfermedad, de una ira propia promovida no calmada, de una paz propia que no se ha intentado alcanzar.

 Una carencia en la búsqueda de soluciones propias desde el ser humano hacia y para el ser humano, lleva a proyectarlas en forma de violencia, de abuso, sobre y en un animal.

  Si una enfermedad fuera ... hay pastillas que evitarían las banderillas y el estoque. Pastillas que se rechazarían, acaso, porque tomarlas significaría admitir un estado enfermo, ..., y eso nunca: el problema no es nunca mío, ..., y lo demuestro alejándolo de mí en la forma de un recreo agónico ... ajeno.