Marzo de 2016.
Nueve.
Espectros.
Nueve.
Espectros.
Propuesta III.
La cara existe, es perceptible. El
rostro, no obstante, es perceptible y su percepción acumula su existencia o
realidad.
Una percepción de un rostro en una
cara es una asociación de coordenadas aleatorias según un concepto o su emoción.
Y un rostro es, así, la expresión de una presencia ya dada en la experiencia.
Donde, de este modo, la expresión de
un rostro es asociativa, hallamos los vínculos del rechazo o la bienvenida. Y
el juicio se construye en esta razón.
El humano ser encuentra, digamos, rostro
o expresión en un animal … Asocia cariño, belleza, lealtad, …, porque encuentra
el rostro humanizado en una asociación de coordenadas.
El rostro se acuerda en una
recurrencia, causa de la familiaridad por venir. Un rostro, así, miente
definición en la emoción reconocida.
La familiaridad precisa convivencia
o hábito. En el animal de compañía, la ausencia de palabra – de rechazo, de
contradicción – confirma el rostro y sus asociaciones o expresión. Entonces la
certeza y su felicidad.
El toro presume una compensación
dialéctica – claro – en tal razón. La familiaridad es nublada. El sol, apenas:
ojos, hocico, boca. Suficiente, sin embargo, para la vinculación a lo emocional
y a la relación con lo habitual no constante. Lo asociativo, entonces, palpa en
claroscuros y halla, en ellos, respuesta. Lo invisible hecho visible en lo imaginario
impulsado.
Sacrificio.
Nobleza.
Espectros. Sólo y útiles. Como el
cariño. O la belleza. O la lealtad. Abstracción concreta, arquetipo decible.
Palabra. En la nueva ausencia de palabra.
Era rechazo. Bienvenida, ahora. Justificación
para lo muerto por venir. Al fin.
Pues otros espectros acechando.
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