Es un reconocimiento. El reloj. Veinticinco años. Son los años contados los eslabones. Es el reloj que os ha entregado el grillete. Y el trofeo. Pues es su triunfo el que os ha lanzado a la cara y ha mentido regalo. El tiempo ha sido vuestro regalo. Vosotros habéis entregado. Grillete o trofeo que no importa que ahora ajustéis a la muñeca: ya ha sido ajustado. Ha sido su poder; ha sido demiurgo porque le habéis dejado el mapa celeste para que trace vuestras constelaciones. Para que - finalidad cedida -. Es un reconocimiento: mi tiempo ha sido tuyo, tu tiempo ha sido mío. No hay alcohol que difiera este juicio.
Miraos. Grises. Uniformemente grises; aunque cada vez seáis menos. Situados por encima del demiurgo; pero por detrás de él. Ficción de bondad de pirámide invertida. Algunos la conocéis. Esta imagen. Y hace varias fotos que no aparecéis. Más atrás, acaso. Esos algunos podrían creer que así niegan o rechazan; una dialéctica poco hábil establecería que es sólo afirmación lo que actuáis.
Ni el lecho de muerte os pertenecerá. La protesta no os lo va a entregar ya. Vuestro lecho de muerte es suyo; quienes tal vez ya casi idos comiencen a añoraros, le mirarán a él, aunque no lo sepan. Porque no lo sabrán. Llorarán, seguro. Pero no por quien podría haber albergado la carne, sino por quien se reencarnó en vuestro tiempo. Aunque no lo sepan. Porque no lo sabrán. Quien allí percibirá la luz última será un ser en un lecho de muerte ajeno, mas sentido propio.
Triunfo.
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