viernes, 16 de diciembre de 2022

Joaquín Plana - Va mucha noche de unos a otros.


 

Va mucha noche de unos a otros.


 El niño acudía a la taberna en búsqueda de remedio, no de amparo. Salía de la vivienda de noche, de mañana. Frío y apenas las ropas y el calzado. Invariablemente, lo solicitado no era siquiera resistido. Era un hermano o bestia o alcohol quien lo oía. El niño usaba, únicamente, las palabras que no debía usar. Papá, mamá, ven. Regresaba solo, siempre. La calma imposible tras la puerta cuyo umbral de nuevo cruzaría. El niño acababa descubriendo al anciano; percibida, también, la mujer en cada habitación. Imagen, sólo, del desenlace.

 

 Eran a veces, primero, las voces en el auricular. Noche, nunca mañana. Era entonces, después, el niño frente a las siluetas paterna y aquella diversa fraterna. En la habitación del pequeño, entre los colchones de esponja. Del pequeño que escuchaba la eventualidad a la decidida insania vinculada, que percibía a la mujer envolviendo, sombra, la vivienda. Ni siquiera la imagen del desenlace.


 Fue una vez el cuchillo en la mano del anciano y fue el niño ante el anciano. Fueron un no y la dulce sonrisa indulgente. 


 Era la luz en la habitación y eran el niño y las mujeres desnudadas sobre un colchón de esponja. Fue la mirada de las bestias reflejas.


 Fue la madre negando maternidad y fue el hijo ido. No importaría, ya, el tardío encuentro.


 - Va mucha noche de unos a otros.


——


© Protegido.